domingo, 12 de julio de 2015

                         LIMPIEZA Y ORDEN

Es una tarde de julio y me dispongo a ordenar mi biblioteca. La llamo biblioteca, pero no tengo solo libros en los estantes, armarios y cajones, también hay carpetas con recibos, fotocopias, folletos publicitarios, cuadernos, álbumes de fotos, cajas con plumas, pinceles y pinturas, revisteros con revistas antiguas y periódicos y suplementos dominicales, y un sinfín de papeles que deseo ordenar y de paso quitar el polvo.

Al tiempo pongo el ordenador encima de la mesa y lo enciendo, le conecto el disco duro externo y miro lo que tengo grabado. En la pantalla me encuentro con multitud de carpetas, en las que hay artículos que descargué hace tiempo para leerlos cuando tuviera un rato, libros en pdf, relaciones de blogs y páginas web interesantes, archivos con apuntes, ejercicios, actividades, carpetas con textos escaneados, toda una variedad de lecturas a la espera de ser leídas para ser seleccionadas o descartadas.
Me paro un momento para decidir por donde empiezo.

Empiezo por el papel, hago montones según el tipo de documento, y mientras tanto lo que decido tirar lo rompo, el sonido del papel al ser rasgado me tranquiliza, tiro los trozos a la papelera, a la que he puesto una bolsa de plástico con cierre. Cada vez que rompo un papel siento una sensación de tranquilidad, algo menos que tengo almacenado. Esas letras, esas frases, esas ilustraciones terminarán en el contenedor de papel, irán a la fábrica de reciclado de papel (espero que así sea) y se convertirán de nuevo en pasta de papel y luego pliegos de papel para ser escritos o impresos de nuevo. 
Los libros me resisto a tirarlos, y los aparto para dejarlos en una caja a la espera de darles otro hogar,aunque sé que cada vez es más difícil, pero confío en que se presente la ocasión de donarlos. 

Llevo más de dos horas en esta tarea y no he conseguido revisar más que la cuarta parte de lo que tenía previsto, he leído artículos y recetas y algún poema. Sigo apartando lo que no puedo leer ahora pero me resisto a no leer en otra ocasión. Decido guardar algunas fotocopias para reutilizarlas y escribir por detrás, en la cara en blanco. Meto en una caja revistas antiguas que pienso que pueden necesitar mis hijos, si en un futuro tienen que hacer trabajos del colegio y necesitan poner fotos o dibujos.

Al final he tirado algo pero sigo guardando mucho. 

Antes de salir a dar un paseo echo un vistazo al ordenador y empiezo a borrar archivos, reorganizo otros y después de media hora he reducido casi a la mitad el número de carpetas, aunque creo que no he borrado tanto, pero parece que ocupa menos en la pantalla, aun así el disco duro sigue teniendo el mismo tamaño. No he leído ningún texto completo, solo he realizado un recorrido por la pantalla para saber de que iba. Ahora bien, no sé a donde han ido a parar todas esas palabras, párrafos, poemas, textos, libros en pdf y demás que he eliminado. Apago el ordenador.

Mañana continuaré con el cajón de los recibos, me resisto a renunciar a las facturas en papel y pido todos los tickets en las tiendas.

Salgo y cierro la puerta.